Nota, puntuaciones, calificaciones… Un número que te lleva a la gloria o al infierno… Un número que dice mucho y no dice nada… Un número que, al final, solo es eso, un número. Con dosis de poder y dosis de insignificancia.

Allá por 1985 nacía en España la revista Micromanía. Fue y, por fortuna, es la primera revista que comenzó a puntuar los videojuegos que podían adquirirse en el ámbito doméstico para los microordenadores y los primeros PC, sí, aquellos que eran más difíciles de conseguir por su precio que porque las siglas RTX aparecieran en sus componentes. Es más, a los viejos del lugar les sonará VGA, así que ahí lo dejo…Y por aquel entonces, esas puntuaciones ya eran objeto de debate.

Imaginaos a un grupo experto en su redacción, analizando videojuegos a base de pruebas, con toda la experiencia del mundo a sus espaldas e imaginaos a un grupo de mocosos en el patio del colegio hablando que Saboteur merecía más puntos y que Target Renegade era mejor que los juegos de los recreativos a los que soñábamos escaparnos cada tarde. Y cada quien hablaba tan convencido de sus argumentos que, 35 años después, el que escribe no se atreve a cuestionar a su yo de 1987-1990. Había comenzado la guerra de las notas, sí, había comenzado nada más nacer.

El examen es complicado, sueño con sacar un cinco

El 5 era la nota que marcaba el límite del éxito y el fracaso. Cuando el profesor daba los exámenes corregidos, ver un cinco o más, era sinónimo de soltar un suspiro de alivio profundo. Ver una nota inferior al cinco… Era bajar al infierno. Los que algunas veces sacábamos un diez éramos tan masoquistas que comparábamos nuestros exámenes para ver si lo habíamos hecho igual. Y no, no eran iguales. Es más, algunos compañeros se quejaban de haber puesto punto por punto y coma por coma el texto que venía en el libro y su nota no ser la máxima.

Tras las quejas pertinentes, los profesores explicaban que había muchas maneras de hacer las cosas bien. Que podíamos responder a la pregunta usando palabras diferentes pero que significaran lo mismo y que era más apropiado responder con palabras que no fueran las que vinieran en el libro de texto. Con el tiempo uno entiende qué querían decir los profesores. Incluso lo extrapolamos a las notas que las revistas daban a los videojuegos… Y comprendíamos menos aún esas notas. Veíamos juegos con 80 de nota y pensábamos que era malo. O esa era la sensación que quedaba después de ver tantos 90 o 90 y pico. Luego nos daban un examen con un 8 y dábamos saltos de alegría. Algunos daban saltos con un 5. Pero eso sí, como viéramos un 50 (que si no me falla la memoria solo lo vi una vez) como nota global… Difícilmente pediríamos ese juego en nuestra carta a los Reyes Magos.

El poder de los números

A todos nos ha influido en algún momento, reconozcámoslo, y puede que nos haya hecho sentir tentados a adquirir un título determinado por esa nota que hemos visto en el análisis de la revista sin ni siquiera haber leído el texto. Tendemos a simplificar todo a una nota y a considerar que puede valer. Y sí, valer, puede valer, pero hace falta tener otros factores presentes. Volviendo al símil académico, un profesor no puede bajar la nota de un examen porque no le guste la letra ilegible de un alumno. Ni puede subir la valoración porque la presentación sea impecable y den hasta ganas de enmarcar la hoja de papel. En el caso de los videojuegos, sería sensato ver cuál es el género al que pertenece el título analizado y ver si ese género nos gusta o no nos gusta, por el motivo que sea. Ver un 95 al final del análisis del juego es muy tentador e invita a hacerte con ese título.

es una nota casi máxima y seguro que es un juego de esos que merece la pena tener. Pero… ¿te gusta el fútbol? Porque por muy bien hecho que esté FIFA, si personalmente no le encuentras la gracia a que veintidós personas den patadas a un balón en un terreno de juego con sus filigranas, regates y disparos imposibles, difícilmente vas a disfrutar de este título. O recuerdo el análisis que Marcos García hizo de Soltice de N.E.S, un juego de magia y hechicería con todo el sabor de la literatura tolkiana y la magia de los 8 bits. Ahí reconozco que me dejé llevar por la nota, por la ingenuidad de mis doce años y por mi afición a la literatura de fantasía y hoy en día sigo agradeciendo a Marcos que me permitiera descubrir aquella joya. Aquel número tuvo poder.

Poder para convencernos a mí y a un amigo de hacernos con el juego. A un aficionado a la historias de fantasía y a un aficionado al deporte. De ahí salieron dos análisis más y dos notas más. Una concordante con la que el periodista dio al título y otra bastante más alejada de la misma y, ya puestos a decir, muy por debajo.

En ErreKGamer puntuáis los juegos que analizáis

Sí, lo hacemos. Y os prometo que tanto mis compañeros como yo intentamos ser lo más objetivos posibles. Puedo volver al símil académico y decir que toda nota superior a un 5 es un aprobado. Aprobado, aceptable, decente… Llamadlo como queráis. Que un 6 es un bien. Que un 7 u 8 es un notable y que un 9 o 10 es un sobresaliente. Aquí analizamos el juego intentando dejar a un lado nuestras preferencias personales. Nosotros jugamos al juego con el objetivo de ver lo que ofrece. De cómo de definido está su apartado técnico, si los gráficos parpadean más de la cuenta, si se pixelan, si el sonido es monocorde o si acompaña a la acción cumpliendo con su cometido. Si el control es fluido y preciso, si ofrece muchas posibilidades que resulten útiles o si son de relleno que vienen a complicar lo que podía ser más sencillo… Todas esas cosas las tenemos en cuenta.

Y puede ser que yo analice un juego de baloncesto o fútbol sin que me interese lo más mínimo ambos deportes. No van a gustarme, eso ya lo sé antes de meter el juego en la consola o cargarlo en el PC. Pero eso no quita que intente escribir lo que el videojuego es capaz de dar de sí. Si muevo el stick y el jugador responde a la perfección al movimiento, será bueno. Si tarda un segundo en reaccionar, será menos bueno. Si con dos o tres combinaciones de botones puedo hacer filigranas, será bueno. Si necesito aprenderme un fascículo de combinaciones, será lioso. Y también tengo en cuenta que hay usuarios a los que lo «líos» pueden resultarles atractivos, pero eso no quita que sea complicada la ejecución y mi deber como analista sea informar de ello. Miro si el sonido acompaña, si el canto del público anima los partidos, si los comentarios de los narradores son acertados… Y ya, cuando tenga la información necesaria, me atrevo a valorar el conjunto. Si el conjunto ofrece posibilidades amplias, una buena nota está asegurada. Aunque si analizara para mí, esa nota no pasaría el corte de lo mediocre. Mi parte subjetiva se queda fuera del análisis, como creo que hacen todos las personas que analizan videojuegos en los diferentes medios que hay hoy.

Os voy a confesar un secreto para que me odies bastante. La saga Grand Thef Auto no me atrae en absoluto. Y mira que le reconozco la excelencia en sus posibilidades, apartado técnico y control. Pero no, la temática de su propuesta no me atrae para nada. Sería capaz de darle un 8,5 por sus características y por su acabado, pero si tuviera que puntuar por lo que me transmitió cuando lo probé, mi nota no pasaría de un muy deficiente 2.

¿Puede un videojuego tener una nota 10?

Creo que sí. Si un juego aprovecha el hardware donde va a correr al máximo, el juego no presenta bugs ni otro tipo de defectos, si el control es preciso y exacto sin ningún tipo de ralentización ni lag, si el sonido acompaña al resto de la experiencia sin decaer… En definitiva, si desde un punto de vista técnico y jugable, el juego no presenta ninguna anomalía o aspecto negativo, puede merecer perfectamente un sobresaliente. Ha alcanzado la excelencia del sistema para el que se ha hecho y lo ha exprimido al máximo. Así que… ¿por qué no? ¿Que luego viene una segunda parte y ofrece una experiencia continuista pero igual de perfecta? Pues habrá que darle otro 10. Ha habido dos capítulos en la historia de los medios en los que en uno no se atrevió a puntuar un título y otro en el que se le dio un 100 por primera vez. Hablo de Donkey Kong Country para Super Nintendo y Super Mario 64 para Nintendo 64.

Nuestro amigo Donkey Kong nos regaló un juego de plataformas como nunca antes se había visto. Ya no solo era el apartado gráfico colosal cuando el mundo estaba lleno de anuncios de consolas de 32 bits e incluso de complementos como el MEGA CD. Era la cantidad de secretos que escondía, la fluidez con la que nuestro gorila se desplazaba, su melodía pegadiza, sus efectos sonoros, el reto que suponía… Quizá hoy el juego no sorprenda, pero vayamos al año que salió e intentemos hacer memoria de haber experimentado algo parecido. No, no lo encontrarás porque no lo hubo. Y en mis recuerdos viejunos, no le encontré un solo pero al cartucho. El 100, nuestro 10 que premia la excelencia, es totalmente merecido.

A Super Mario 64 Hobby Consolas no se atrevió a puntuarlo. Simplemente concluyó que Super Mario 64 era el ejemplo de que el videojuego es el octavo arte. Es otra opción de poner la máxima nota a un título. Sin embargo, aquí voy a contar una anécdota personal, que para eso esto es un artículo de opinión, a mí Super Mario 64 nunca me pareció superior a Super Mario World, pero obviamente Super Mario 64 exprimió más el hardware de Nintendo 64 que Super Mario World el de Super Famicom, He contado esta anécdota para expresar con un ejemplo lo que intento transmitir en este artículo. Que nuestra sensibilidad y percepción deben quedar fuera de los análisis. En los análisis tenemos que ser objetivos y mirar todo y aunque no nos guste el resultado final, mirar si cumple con su cometido y ofrece lo que tiene que ofrecer.

Un debate sin fin que yo voy a terminar ahora

Esa foto de ahí arriba fue la nota que SuperJuegos le dio a Street Fighter 2 de Super Nintendo cuando salió. El lanzamiento de Street Fighter 2 para Super Nintendo fue todo un bombazo por el hecho de que el arcade que arrasaba en los recreativos tuviera una versión doméstica a la que poder jugar todo lo que quisiéramos sin tener que dejarnos los ahorros en la máquina arcade. Otros medio puntuaron el juego en torno al 95, siendo el 97 de Hobby Consolas la nota más alta que recuerdo. La diferencia puede parecer abismal, pero en la escala de uno a diez, solo es de un punto y medio de diferencia. Y seamos sinceros, Street Fighter 2 de Super Nintendo era una prodigio de la técnica, con un sonido bestial, lleno de melodías que por fin se podían escuchar y unas voces que llegaban claras. Estaban todos los movimientos que nos maravillaban en los recreativos y sus ocho personajes más los cuatro bosses.

Pero el juego era más lento que el caballo del malo sin las patas traseras. Ahí perdía la excelencia de la perfección. Aunque en general, sí que el sobresaliente es una nota apropiada al trabajo que hizo Capcom en su día. Nos gustaran o no los juegos de lucha, solo había que mirar por encima Street Fighter 2 para saber que el juego cumplía sobradamente lo que pretendía y trasladaba toda la emoción de los salones recreativos a tu habitación. Después ha habido otros casos de juegos con una nota de sobresaliente que luego han pasado con más pena que gloria por el universo lúdico. Así de pronto, Final Fantasy X-2, el mismo Final Fantasy XIII, Metal Gear Solid IV. Juegos que recibieron unas valoraciones altas posiblemente por pertenecer a las sagas que pertenecen y no poder dedicarle el tiempo necesario a juegos de tal recorrido para conocerlos a fondo y poder analizarlos con los conocimientos necesarios.

La nota final de un título no es más que un resumen de la realización. Puede estar hecho a la perfección como Las Cuatro Estaciones de Vivaldi. Pero puede que no te guste la música instrumental y sin negar que es rica en matices y composición, no la escuches nunca. Si ves un 9 en una nota, piensa primero si el género al que pertenece ese título te atrae, y si ves un 7 piensa en lo mismo. Como decían los sofistas, no seremos capaces de explicar a qué sabe un plátano, tendremos que probarlo para saberlo. Si el sabor dulce no nos gusta, es probable que no nos guste, pero es necesario conocer todos los matices para saberlo. Aquí pasa igual. Si el título pertenece al género al que dedicas mucho tiempo, una buena nota seguramente signifique que es para ti. Y si no te gusta el género… Puede estar todo lo bien que quieras, pero carece de la esencia para tocar tus fibras y si encima vas con expectativas por lo que has visto, el batacazo puede doler más todavía.