Análisis: Final Fantasy XVI y el arte de saber lo que se quiere

Análisis: Final Fantasy XVI y el arte de saber lo que se quiere

Tras una larga espera, Square Enix vuelve a entregarnos un título numerado de su saga principal, cuyo lanzamiento no ha dejado indiferente a nadie, Final Fantasy XVI.

Bendita sobriedad

He jugado la mayoría de títulos de la saga, y cuando pienso en que es lo más importante en ella, siempre se vienen a mi mente las grandes historias y personajes que nos han regalado a lo largo de los años. Final Fantasy XVI no va a ser menos, incluso es más, pues es fácil darse cuenta que el apartado narrativo es donde han invertido más recursos en este juego, contando con más de once horas de cinemáticas. No sólo hablamos de cantidad, si no también de una calidad palpable en cada detalle histórico o personaje (principal o secundario) que nos encontremos en nuestro viaje a través de las regiones gemelas.

Uno de los aspectos que más llama la atención es el abandono casi por completo del estilo shonen de aventura adolescente, pasando a unos personajes e historia más sobrios, con problemas y motivaciones más adultos. Esto se observa en cada uno de los personajes principales, siendo el protagonista, Clive Rosfield, el máximo exponente de ello. Incluso se detecta en el desarrollo de los mismos, ya que a pesar de vivir numerosos y graves traspiés, las evoluciones en Final Fantasy XVI son poco abruptas y están bien explicadas.

Análisis: Final Fantasy XVI y el arte de saber lo que se quiere

La historia comienza fuerte, mostrando un argumento inicial que se desarrolla rápidamente y funciona como un hilo conductor muy atractivo para el jugador. Este ritmo demoledor y acelerado se suaviza a partir del par de horas, manteniéndose así durante toda la historia, salvo por ciertos eventos donde la acción y narrativa harán que se dispare tu ritmo cardíaco. Principalmente son en estos momentos cuando Final Fantasy XVI muestra su máximo esplendor, haciendo que nos emocionemos no sólo con Clive o el resto de protagonistas (Jill, Torgal, Cid…), si no también con los enemigos principales.

Otro de los factores importantes para contar la historia, además de las cinemáticas, son las misiones, divididas en secundarias y principales, las cuales son muy numerosas. Una cantidad considerable de ellas son de relleno y están mal repartidas, aunque otras tantas ayudan a contextualizar el mundo y a los protagonistas de menor importancia de Final Fantasy XVI; algo que hace muy bien, ya que consigue formar un elenco de secundarios espectacular. Eso sí, a pesar de toda esta importancia que le dan en el transcurso del juego, se echa de menos su ayuda/presencia en el final del mismo, aunque sea de manera testimonial como en otros juegos de la saga.

Un mundo (no) ideal

Desgraciadamente, el haber puesto toda la carne en el asador en el aspecto narrativo, hace que existan ciertos puntos donde este juego es simplemente correcto. Uno de ellos es Valisthea, el mundo donde se desarrolla Final Fantasy XVI. A pesar de que contamos con distintos tipos de biomas (humedales, praderas, desiertos…), estos se hacen algo repetitivos, siendo Roselia y Sanbreque las regiones más variadas.

Con esto ayuda muy poco el diseño de niveles, que desgraciadamente, es bastante pobre. Aunque hay zonas un poco más elaboradas, por ejemplo la Fonda de Martha y sus colindantes, la mayoría de áreas son muy lineales, por lo que la exploración en la mitad de zonas es escasa, siendo en la otra mitad casi inexistentes. Tampoco hay demasiadas conexiones entre los distintos mapas, por lo que haciendo una comparación odiosa en este aspecto es como tener el mundo de Final Fantasy XII castrado, un juego de hace diecisiete años.

Análisis: Final Fantasy XVI y el arte de saber lo que se quiere

Es necesario comentar un punto positivo, y es que la ambientación es extremadamente buena. Todos los elementos de cada entorno o ciudad encajan de manera perfecta. Cada casa y cada calle, cada ropaje y cada actividad, o cada detalle de un simple camino, hacen que te sientas por completo dentro de la fantasía medieval que Final Fantasy XVI propone. Este buen trabajo visual se acompaña de una banda sonora que actúa como una salsa perfecta que envuelve cada uno de los elementos de un gran plato, haciendo que el resultado sea increíble para tus sentidos.

Un sueño hecho realidad

El título predecesor dentro de la saga, Final Fantasy VII Remake, destacó por un combate que adaptó de manera brillante el sistema de materias de la gallina de los huevos de oro de Square; haciendo las delicias de la mayoría de jugadores, y siendo éste el listón más alto al que tenía que enfrentarse nuestro protagonista. Final Fantasy XVI apuesta por una fórmula totalmente distinta, que de primeras se queda un poco corta, ya que sólo puedes controlar a Clive y dar un par de órdenes simples a nuestro can, Torgal.

El game feeling se siente bien y, personalmente el sistema de esquiva, parada y contraataque me parece que está muy bien integrado. Otro de los puntos a alabar es la libertad de movimiento del personaje mientras combates, algo que en Final Fantasy VII Remake estaba más limitado. El combate gira principalmente alrededor de las habilidades de los Eikons, teniendo éstas una funcionalidad muy variada dependiendo de los que decidas equipar. El resultado es medianamente entretenido, aunque según avanzas en tu aventura las batallas tornan a un spam de habilidades, ya que en combates con enemigos importantes, los ataques básicos (ya sean mágicos o físicos) prácticamente no provocan daño.

Análisis: Final Fantasy XVI y el arte de saber lo que se quiere

De inicio puedes elegir dos niveles de dificultad, algo así como fácil y muy fácil. Es cierto. Una vez terminas Final Fantasy XVI por primera vez, desbloqueas una dificultad adicional que hará los combates más entretenidos, aunque puede que para ese momento no te apetezca iniciar una nueva aventura. A pesar de ello, los combates contra jefes y escorias (sí, se recuperan las cacerías) se disfrutan bastante. También vuelve la orfebrería para poder mejorar tu equipo y darle algo más de sentido a la recolección de elementos, sin embargo hubiese sido fácil implementarlo mejor para una mayor satisfacción.

Antes de terminar con el combate de Final Fantasy XVI, hay que hablar de algo: las peleas de Eikons. Sí, son simples. Sí, están llenas de explosiones, números y brilli-brilli. Pero es poesía para los ojos y oídos de cualquier seguidor de esta saga. ¿Recordáis las invocaciones en los juegos de Super Nintendo o de la primera PlayStation? Es un regalo para nosotros. Y ya no sólo por la ejecución de las batallas, si no por el lugar y la forma en la que están presentadas dentro de la historia, una maravilla. Por poner un pequeño punto negativo, es una pena poder haber combatido manejando tan pocos Eikons.

Final Fantasy XVI, caminando entre la perfección y la dejadez

Si tuviese que definir a Final Fantasy XVI con una sola palabra, el adjetivo que utilizaría sería «correcto». Final Fantasy XVI tiene clara la manera y el lugar por donde quiere encandilar al usuario y centra sus recursos en ello. Pero también es ese estudiante que sabe que nota debe sacar y no estudia más de lo necesario, dejando varios apartados del juego en simplemente «correctos».

Hay detalles en este título maravillosos, como la ambientación, el reciente mencionado combate de Eikons o el respeto por todos su elenco de personajes, ya sean principales o secundarios. Personalmente, este último punto me resulta muy loable, ya que es un error que Square Enix viene repitiendo en sus juegos desde hace tiempo. Sin embargo otros son muy difíciles de perdonar, como el diseño de niveles, el ritmo de ciertas partes, el sólo poder manejar un único personaje en combate o desaprovechar en cierta medida a un gran personaje como Jill.

Análisis: Final Fantasy XVI y el arte de saber lo que se quiere

Final Fantasy XVI era un juego que estaba en las quinielas a mejor juego del año. En mi sincera opinión, y hasta el momento, considero que hay puntos del título que merecen luchar por ganar su categoría; pero en conjunto se queda un escalón por debajo de juegos como Zelda Tears of the Kingdom, Resident Evil 4 Remake o Star Wars Jedi: Survivor, aunque ninguno de estos tres candidatos está cerca de la perfección.

Cabe decir que este título ha sufrido consecuencias de la actualidad del mundo del videojuego. La primera, una campaña de acoso por ser exclusivo de una plataforma, por supuesto inmerecida. Como también lo es la segunda, un casi sobresaliente obtenido de nota media, algo en lo que no está cerca. Lo que si me parece merecido, de alabar puesto que es mérito propio y algo que deberías tener en cuenta para jugarlo; es que ha caído de pie en la comunidad de Final Fantasy y ha gustado mucho al fandom. Por mi parte, me lo he pasado muy bien con Final Fantasy XVI, y te lo recomiendo encarecidamente si disfrutas de las grandes historias o eres fan de la saga.

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