Hace 35 años nació la leyenda de Zelda y nos contaba que la diosa Hylia hubo de enfrentarse en el pasado al Heraldo de la Muerte. La batalla fue cruenta y mortal. La diosa se vio obligada a levantar una ciudad por encima de las nubes para que los mortales no se extinguieran mientras en las tierras inferiores, junto a otras razas, la batalla ganaba intensidad y épica…
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Comienza la leyenda de Zelda, comienza una historia colosal
Varios siglos después, un joven se despierta en Altárea, la tierra creada por la diosa Hylia. Es un día especial porque este día se celebrará la prueba que permitirá a los candidatos a convertirse en caballeros de Altárea demostrar su destreza como jinetes de pelícaros. Antes de empezar la prueba, conocemos los lazos que unen a Zelda y Link, al padre de la muchacha, Gaépora, director de la escuela de caballeros, a los maestros Asteus y Buhel y al centro del día a día en la preciosa ciudad de Altárea. Llega el momento de empezar la prueba y Link (o el nombre que hayas elegido ponerle) se encuentra con su primer obstáculo; las jugarretas que Malcom le tiende. Una vez superada, comienza el torneo Celeste. Link se hace con la victoria y… Y comienza la leyenda de Zelda, una de las leyendas más grandes jamás contada. Una de las leyendas que han contribuido a hacer del videojuego el arte que hoy es.
Un apartado gráfico vistoso, pero no extraordinario
La saga The Legend of Zelda siempre nos ha mostrado escenarios preciosos, dignos de cuentos de hadas, llenos de colores y llenos de sombras, según correspondieran a las partes de luz y de oscuridad que están presentes desde 1986. Cada sistema que ha visto correr en sus circuitos a la leyenda de leyendas ha disfrutado de una belleza onírica por la que transitar. Esta entrega mantiene esas cualidades pero… la definición no es sublime. Los personajes están a medio camino entre el dibujo animado y el apartado gráfico tradicional. Pretende ser una mezcla de Wind Waker y Twilight Princess y el resultado final no alcanza la belleza sublime que una historia de este calibre merece. Son bonitos, los escenarios lucen bien y están llenos de posibilidades de interactuación, el colorido es variado y transmite perfectamente el entorno en el que nos movemos, la abundancia de azul en los cielos y en las zonas de agua, el predomino del verde en las zonas boscosas, el rojo en las zonas volcánicas y el marrón arenoso en las zonas desérticas nos acompañan durante la travesía por estos parajes metiéndonos de lleno en el entorno. Sin embargo, la expresividad de los rostros no está culminada, observas las escenas y el entorno y falta emoción, falta ese detalle último que te permite empatizar completamente con lo que está pasando. Ese detalle que falta no te permite sentir la frustración de Link en diversos momentos de la historia ni su alegría cuando consigue dar un paso más en su misión.
Una parte sinfónica a la altura legendaria
Si en su día el juego para Wii salió, en su versión coleccionista, con un CD donde una orquesta sinfónica interpretaba las melodías que nos acompañan durante la aventura, no nos puede caber duda de que las melodías son de esas que penetran los oídos y se instalan en el corazón. La melodías que suenan a lo largo de nuestra aventura van a acompañar perfectamente las situaciones. Las hay tensas, las hay calmadas, las hay tristes y las que transmiten entusiasmo y victoria. El resto de los efectos de sonido rayan a un gran nivel. Link alza la voz cuando despacha enemigos con la espada, grita cuando cae desde una altura considerable y suspira cuando se levanta resignado por haber perdido corazones de salud. Se echa en falta que los diálogos entre los personajes tuvieran sonido de voz, este detalle hubiera ayudado a introducirse más plenamente en la historia. Ya sabemos que Link no habla, no lo ha hecho a lo largo de estos 35 años y aunque algunos aún tenemos la esperanza de que esto cambie algún día, imaginamos que hay una razón poderosa por la que Shigeru Miyamoto mantiene a uno de sus iconos mudo. Y si el señor Miyamoto considera que así debe ser, los abuelos del lugar que llevamos desde siempre admirándolo, sabemos que tiene que ser así.
La facilidad de estropearlo todo
Aquí viene un asunto complicado. Y quizá lo que hace que ahora mismo me esté enfrentado al análisis más complicado de realizar al que me he enfrentado. Porque el juego tiene dos sistemas de control. Y según elijas uno u otro, el juego es el día y la noche. En su día, con el Wii Motion Plus no había alternativa. Había una manera de jugar y era la que había, te gustase o no. Ahora puedes imitar la forma de jugar antaña, con un joy con en cada mano, o coger el mando pro y… y apreciar un intento de chapuza mayúsculo. El análisis seguro que variaría según se juegue de un modo u otro. Un análisis debe ir más allá de las preferencias subjetivas del analista y la propuesta puede no ser del agrado del jugador, pero responder perfectamente a las exigencias del juego. O puede suceder al contrario, que las formas en las que tus órdenes lleguen a la pantalla sea una miscelánea de despropósitos y la sensación final no sea del todo desagradable. He completado el juego con el mando pro y mis experiencias se cuentan con las sensaciones que transmite el mando. Algo que estropea la experiencia y bastante.
Entonces… ¿qué?
Entonces mi «deber» es contar mi experiencia y he completado el juego con el modo de control supuestamente tradicional. Con el mando pro. Mi primera «extrañeza» fue comprobar que de control tradicional tenía poco. Alguien que lleva 37 años jugando con videojuegos entiende como control tradicional guiar al personaje con una palanca de mando y realizar acciones pulsando botones. Pues bien, olvidaos de eso. A Nintendo no se le ha ocurrido mejor manera de plasmar un sistema de control distinto al original que trasladando las acciones que se deberían de dar con los botones al joystick derecho del mando pro. Si quieres dirigir la espada hacia arriba, tienes que mover el joystick derecho hacia arriba. Si quieres dar una estocada recta, debes pulsar el joystick y si quieres dar un tajo hacia abajo, tienes que mover el joystick hacia abajo. Y la experiencia para nada es precisa. No resulta extraño acabar moviendo el joystick sin lógica alguna buscando acabar con enemigos desesperadamente, realizando movimientos que no estaban en nuestra intención debido a la poca precisión del movimiento del joystick y bastante frustrados de no saber realmente cómo diseñar nuestra estrategia de combate. A eso le añadimos que para mover la cámara, tendremos que pulsar el botón L y girar el joystick derecho tendremos un punto de complicación que llegar a molestar. Lo peor es que todas esas complicaciones desaparecen con desensamblar los joy con de la Switch y optar por el control tradicional por movimiento, que puede gustar o no, pero al menos es preciso y no es lioso.
A pesar de todo, la leyenda de Zelda deja su impronta.
Y es una pena. Porque el inicio de la saga es prometedor. Aquí comienza una historia que ha ido extendiendo durante treinta y cinco años. Y eso está al alcance de muy pocos. Y la historia es magnífica. Nos regala las bases de un macrocosmos que a Shigeru Miyamoto se le ocurrió mientras jugaba en las cuevas y bosques de Sonobe y que ha dado para tantos sueños como consolas ha diseñado Nintendo. Los puzles están llenos de ingenio y suponen un reto mental resolverlos aunque luego la ejecución de nuestros intentos nos cause frustración por culpa de un control deficiente y tardemos más de la cuenta en resolver el rompecabezas.
Los giros del tiempo están presentes y llenan a la historia de posibilidades. Vemos a personajes que han aparecido en títulos ubicados en un futuro temporal en plena acción como Impa. Y conocemos a Grahim, una antítesis de Fay, que tiene un papel fundamental en el nacimiento de la guerra eterna entre Link y Ganon. Grahim y Fay, son personajes sobre los que no he querido mencionar mucho, porque son uno de los puntos más potentes de esta historia. Merece mucho la pena conocerlos y descubrirlos porque en sus actos presentes está la base de todo lo que vendrá en el futuro. Que es mucho. Que es especial. Que es mágico. Y también es lamentable que detrás de la promesa de adaptar el control a un sistema tradicional, el intento haya quedado en nada. Siempre se puede jugar moviendo los joy con. Y nunca la leyenda de Zelda te dejará indiferente. Esta vez tampoco, a pesar de todo.