El periodismo de videojuegos está viviendo una crisis sin precedentes. Más de 1.200 periodistas especializados han abandonado el sector en los últimos dos años, según datos de Press Engine compartidos por el medio online Video Games Chronicle. La cifra se eleva a más de 4.000 si se incluyen los colaboradores y redactores freelance.
Es un éxodo que refleja la caída de un modelo que, durante años, fue la base de la comunicación entre la industria y su público. Pero detrás de esos números hay historias humanas, vocaciones destruidas y un amor por este oficio que sigue luchando por sobrevivir. Hablo desde la experiencia, porque yo también estoy dentro de este ecosistema: llevo años escribiendo sobre videojuegos, pero hoy lo hago sin cobrar un solo euro, solo por amor al arte.

Contenido
La desbandada del periodismo gamer
Según el informe citado por VGC, el número de redactores dedicados profesionalmente a cubrir videojuegos ha caído un 25% en apenas dos años. Grandes medios internacionales como IGN, Polygon o GameSpot han sufrido oleadas de despidos y reestructuraciones, mientras que los pequeños medios especializados se ahogan entre la falta de ingresos publicitarios, los algoritmos cambiantes de Google (que doy fe que son horribles) y la implacable competencia de los creadores de contenido.
El cofundador de Press Engine, Gareth Williams, señalaba que una suma de factores —como la pandemia, la falta de diversificación de contenidos, los recortes en publicidad y el impacto de las actualizaciones de Google— ha destruido buena parte del tejido que sostenía al sector del periodismo. Y tiene razón. Los medios viven esclavos del SEO y de la inmediatez, produciendo toneladas de piezas informativas centradas en los grandes lanzamientos, donde el clic manda sobre la voz del periodista.
Alex Donaldson, veterano del sector y propietario de RPG Site, fue más allá al advertir que el problema no solo viene del exterior, sino también de una gestión interna deficiente. Señaló que muchos despidos en el periodismo se podrían haber evitado con modelos más sostenibles, transparencia y objetivos realistas. Pero el daño ya está hecho. Lo que antes era un sueño —vivir escribiendo sobre videojuegos— ahora parece casi una utopía.

Mi realidad: escribir por amor al arte
En mi caso, mantengo vivo ErreKGamer por una razón sencilla: porque amo este medio y es como un hijo. No gano nada con ello, ni un céntimo. Todo lo que publico nace de la pasión, de las ganas de seguir creyendo que todavía se puede hablar de videojuegos con alma, sin depender de las métricas de Google o del engagement en redes. Pero el coste personal es alto.
He pasado por medios grandes del periodismo de videojuegos, donde el ritmo y la presión son asfixiantes. Donde escribir una pieza puede depender más del trending topic que del criterio periodístico. Donde la precariedad es la norma y los contratos, un lujo. Lo más duro, sin embargo, no fue eso. Lo más difícil fue ver cómo el rencor, la envidia y el ego invadían un espacio que debería ser de compañerismo. El bullying de redes, las luchas de poder y la deshumanización han hecho que muchos, como yo, decidamos dar un paso atrás.
Prefiero seguir escribiendo desde fuera, sin depender de nadie, disfrutando del proceso y aportando lo que sé a los lectores que todavía valoran una buena crítica, una reflexión honesta o un reportaje hecho con cariño. Me apena profundamente ver a tantos compañeros caer por el camino: periodistas brillantes que han sido apartados por algoritmos, despidos o simplemente por cansancio emocional. Cada marcha es una pérdida colectiva, un golpe más a un sector que necesita cariño y respeto.

Un oficio que se resiste a morir
La salida de tantísimos profesionales del periodismo ha vaciado a la prensa de voces expertas y críticas, y eso tiene consecuencias. En esta nueva era dominada por el contenido rápido y los influencers, el análisis profundo y la ética informativa se han vuelto casi un lujo. La gente sigue queriendo saber de videojuegos, pero el formato ha cambiado: ya no se busca la crónica o la entrevista, sino el clip viral o la reacción de TikTok. Y, aun así, seguimos aquí, resistiendo.
Lo que mantenía vivo el periodismo de videojuegos era la curiosidad y la comunidad. Hoy, esa comunidad se ha fragmentado. Los fans crean contenido, los medios tradicionales se reducen, y los periodistas independientes como yo mantenemos pequeñas trincheras donde tratar de preservar lo que significa informar y reflexionar sobre este arte. El periodismo gamer no ha muerto, pero está mutando. Nos toca decidir si queremos ser testigos de su desaparición o parte activa de su reinvención.

Una reflexión necesaria
El artículo de VGC termina con una advertencia de Alex Donaldson que resuena con fuerza: “Si la gente quiere seguir leyendo contenido de calidad de profesionales a tiempo completo, deben apoyarlo, o lo perderán.” Esa frase es el resumen perfecto de lo que nos jugamos. El periodismo de videojuegos es más que un trabajo; es una forma de conectar con una audiencia que merece algo más que titulares generados por IA o resúmenes reciclados de notas de prensa.
Yo seguiré aquí, sin sueldo, pero con voz. Consciente de que cada artículo que publico es un pequeño acto de resistencia. Porque amo este medio, a pesar de sus sombras. Porque quiero que mi hijo crezca en un mundo donde todavía haya periodistas de videojuegos contando historias con pasión, sin filtros y con humanidad.
Conclusión
El éxodo de más de 1.200 periodistas no es el fin del periodismo gamer, sino una llamada de atención. Nos enfrentamos a un punto de inflexión donde debemos decidir si queremos un sector sostenible, ético y plural o uno dominado por lo superficial. Para mí, escribir sobre videojuegos sigue siendo un acto de amor —aunque no se pague con dinero—, y mientras exista la pasión, existirán las palabras.




