Kingdom Come Deliverance se ha convertido, con el tiempo, en un juego de culto y de los más apreciados en la comunidad. La obra de Daniel Vavra (de aquel escritor principal de los primeros Mafia) converge en un punto que es muy difícil conseguir si se desea hilar los siguientes elementos: la fidelidad histórica en un sistema jugable que pretende alcanzar el realismo, pero, a su vez, hacerlo divertido. Esto es Kingdom Come Deliverance
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Kingdom Come Deliverance: Un RPG que funciona muy bien
Daniel Vavra nos sitúa en el Sacro Imperio Romano a principios del siglo XV, durante el reinado de Segismundo, el monarca de Hungría y Croacia. La historia de Kingdom Come Deliverance se desarrolla en el meollo de un conflicto político importante en la época y que sacudía al Reino de Bohemia: la muerte de Charles IV y la ascensión de Wenceslao IV al trono como legítimo heredero.
Sin embargo, su reinado fue inestable debido a los excesos hedonísticos de Wenceslao, ocasionando que Segismundo, junto con los sanguinolentos cumanos, conspiraran para derrocar al rey. Lo logran, aunque aún restaba ganarse la lealtad de los nobles del Reino de Bohemia: entre ellos Sir Radzig Kobyla, en Skalitz, donde nuestro protagonista, Henry, es oriundo.
Estas lealtades se ganaban infundiendo el terror. Es por ello que Maquiavelo lo indicaba en El Príncipe: «Es más seguro ser temido que ser amado». Tal propagación del terror llevó a que Henry perdiera a sus padres, desencadenando de esta forma la motivación principal del personaje: vengarse. He aquí cuando Kingdom Come Deliverance manifiesta su intención argumental y jugable: la narrativa que dirige a nuestro Henry a un camino de superación personal para hacer frente al objeto de su venganza y la progresión que éste tendrá como un juego de rol de occidental.
Desde el primer quest, que funciona como una especie de tutorial, sentimos en nuestros mandos la inexperiencia de Henry en el combate. Inclusive, la nuestra. Por un lado nos encontramos con el hijo de un herrero de un poblado cualquiera en la Edad Media, sin experiencia en peleas y con poca destreza a la hora de blandir una espada. Y por el otro, a un jugador que en un principio le cuesta adaptarse a un sistema de combate que apuesta por el realismo. En este caso, a diferencia de lo que puede suceder con otros ARPG, comenzamos aprendiendo, no aprendidos al estar acostumbrados a otros juegos de este género.
Ese progreso del personaje, tan gratificante en un RPG, se siente a la perfección en Kingdom Come Deliverance. Esa progresión se puede dividir, a mi entender, en dos aspectos principales:
1-La progresión misma del personaje tanto en su sentido argumental (guiado por la narrativa) y la que nosotros decidamos en su apartado RPG. Este último punto, en cuanto a su sistema rolero, lo explico más adelante.
2-La progresión de nosotros como jugadores al adaptarnos al sistema de combate que nos plantea Kingdom Come Deliverance. Una vez que nos hacemos con sus combos, si usamos espadas, o mejoremos con el arco, el combate nos resultará satisfactorio y, por consiguiente, divertido.
Y bien, explicando el sistema rolero mencionado en el primer punto. La build que decidamos para nuestro Henry se basa en qué más usemos durante el combate o hasta cuando exploramos su mundo abierto. El sistema se basa en el mismo que implementa Bethesda en The Elder Scrolls.
Si queremos que Henry mejore su destreza con la espada a una mano y el escudo, tendremos que asegurarnos que use esas armas durante los combates o con el capitán Bernard en Rattay al entrenarnos. Y así consecutivamente con otras armas que queramos usar, desde arcos hasta hachas o mandobles.
En Kingdom Come Deliverance nos podemos encontrar con un variado abanico de builds. Posibilidades que se pueden adaptar al modo de juego que tenga determinado jugador. En ese aspecto, Kingdom Come Deliverance brilla como RPG. En su progresión, si subimos de nivel, también nos da la oportunidad de gastar puntos en algunos rasgos, que incluso pueden incentivar al min-max de nuestro personaje.
El combate en Kingdom Come Deliverance apuesta por el realismo. Es común que si un grupo de cumans o bandidos nos intercepta mientras exploramos, corramos el riesgo de morir con facilidad. Al rodearnos, el combate puede resultar complicado, teniendo en cuenta que cada golpe que demos, al igual que recibamos, cuenta y mucho.
No es un juego en el que dispongamos de centenares de pociones, como un Diablo o un Torchlight, o que podamos conjurar hechizos de curación como en un TES o un Dragon Age.
En cuanto a su apartado narrativo, Kingdom Come Deliverance no se destaca por albergar cientos de ramificaciones en sus diálogos y las decisiones que podamos tomar a lo largo del juego. Su historia está linealmente conducida y no hay personajes que puedan verse a merced de nuestra voluntad si así lo deseamos.
Nuestras elecciones roleras, por así decirlo, se basan en qué queremos que nuestro Henry haga para ganarse la vida durante su periplo por la venganza. ¿Practicar la alquimia para elaborar pociones? ¿Atacar campamentos de bandidos, arrasarlos, saquear sus cadáveres y vender todo lo que consigamos? ¿Entrar a las casas y hurtar las pertenencias de los NPC para luego vendérselas a un molinero? La decisión, en ese punto, es tuya. No obstante, esas elecciones no repercuten en el final.
Sin embargo es perentorio aclarar que hay algunos quest secundarios que si no los completas en determinado tiempo, (no es un cronómetro que se te active en el diario, sino que debes intuir por su descripción si es de tiempo limitado) determinado personaje, no importante en la línea principal de la historia, muera.
Entonces estamos frente a un título singular, que toma de las riendas a un género y lo moldea a su manera. Te plantea fidelidad histórica, sin magia, sin pociones para curarte al instante y un combate centrado en el realismo. Todo en la justa medida para que haya reto en su progresión y, a su vez, diversión. Una frontera muy fina en la que la frustración se asoma de vez en cuando, pero no llega a traspasarla.
Kingdom Come Deliverance: Más allá del «cliché» de la venganza
Kingdom Come Deliverance parte de una premisa que se puede considerar «cliché», como lo es la venganza, pero la conduce de una forma que nos hace olvidar de si es muy visto o no esa premisa en muchas historias.
Comenzamos como el simple hijo de un herrero. Además, nuestro padre nos intenta persuadir para que aprendamos el oficio de la herrería y no desarrollemos la pasión por las espadas, por las riñas.
En nuestro primer quest se nos da la oportunidad de probar el sistema de combate, al pelearnos a puño limpio con un aldeano intransigente. En esa primera pelea las chances de recibir una buena paliza son altas debido no solo a nuestra inexperiencia con esas mecánicas planteadas por su sistema de combate, sino también por las habilidades poco desarrolladas del propio Henry.
Ya después de lo sucedido en Skalitz con nuestros padres, Henry decide volver al pueblo para enterrar sus cuerpos. No ansiaba dejarlos a la intemperie y fueran comida para las aves de rapiña, además de ser objetivos para los saqueadores de cuerpos.
Ahí es cuando se nos presenta el primer combate serio en Kingdom Come Deliverance. Nos vemos tan ampliamente superados, tan devastados, que sentimos nuestra vulnerabilidad ante el mundo medieval que nos presenta Warhorse Studios.
Progresar es nuestro deber si queremos sobrevivir en este universo. Nuestra superación en este RPG se palpa, realmente, cuando logramos tener la revancha contra quien nos vapuleó en la Skalitz devastada frente a los cadáveres de nuestros padres. Esa sensación de progreso, de mejorar, es inigualable.
Se trata ahora de una venganza por la humillación que sentimos como jugadores. Ese sentimiento que alberga Henry, y que en determinados puntos de la historia lo llega a arropar por entero, se traslada de inmediato a nosotros. La inmersión en Kingdom Come Deliverance, en este caso, trasciende la mera ambientación, tan magníficamente lograda de su mundo, y espeta en lo emocional.
En lo narrativo no se siente que el tema de la venganza esté agotado. Los elementos que comprende el juego, desde su sistema de combate hasta en su progresión como RPG, condimentan esa sensación de querer mejorar para evitar que nuestra venganza fracase. Una empresa que, sin duda, se nos hará difícil de cumplir.
Kingdom Come Deliverance tiene un mundo abierto digno de elogios
Lo más destacable de Kingdom Come Deliverance, desde mi punto de vista, es su mundo abierto. Este diseño de mundo, tan fidedigno a la época como se pudiera, es meritorio de disfrutar de extremo a extremo.
Los bosques, las aldeas, las ciudades, las zonas arrasadas por el ejército de Segismundo, los ríos, las praderas, los animales que pueblan las zonas vírgenes. Todo, absolutamente todo, conforma una imagen en movimiento de la Edad Media.
Las mujeres lavando en los ríos y colgando la ropa en la intemperie, las casas de baño, los granjeros recogiendo la cosecha, los bandidos que instalan sus campamentos cerca de algunos caminos para atacar a las caravanas… y a nosotros, imprudentes viajeros.
En los poblados cada NPC tiene su rutina determinada, además de desempeñar alguna actividad habitual en el medioevo. Ya sea cargar barriles llenos de heces y orina extraídas de las letrinas públicas y privadas o cargar agua del río hasta la ciudad; o de visitar una taberna y encontrar a los acostumbrados borrachines y ludópatas en sus mesas.
Cabalgando o yendo a pie, por los caminos, y de repente conseguirte a una mujer que con desespero pide tu ayuda. Te acercas con la intención de socorrerla, cuando silba y da el aviso para que unos granujas salgan de su escondite para atacarnos.
Cada área del mapa, cada árbol, cada arroyo, cada roca, cada edificación, parecen estar hechos a mano. Es decir, que todo rincón de este mundo, por más apartado y lejano que esté de cualquier punto que un jugador promedio pueda explorar, está hecho por quienes trabajaron en el juego. Posee la mano interventora de sus desarrolladores.
No ves algún elemento que se repita constantemente y sea monótono a la vista. La capacidad que posee Kingdom Come Deliverance para ser inmersivo es abrumadora. Tanto los sonidos de ambiente, como su banda sonora, contribuyen a un diseño de mundo impecable.
Además, Kingdom Come Deliverance esparce por su mundo abierto contenido secundario de calidad. Quests que nos hacen vivir momentos hilarantes, como otros disparatados y hasta trágicos. Conoces personajes con los que puedes simpatizar y sus objetivos son diversos, rompiendo con las clásicas misiones de matar a determinado número de bichos o enemigos o recolectar tantas hierbas… y toma tu recompensa.
Si bien existen las actividades más rutinarias o repetitivas como la de acabar con algún grupo de bandidos, que cumplen con el propósito de mejorar nuestras habilidades y recolectar groschen (la moneda del juego), en mayor medida se encuentran quest sustanciosos que son casi imprescindibles de hacer.
Kingdom Come Deliverance tiene uno de los mejores contenidos secundarios en cualquier RPG occidental, además de los mejores en general, con cualquier género que quisiéramos compararlo.
En conclusión, es un mundo que se siente vivo o, mejor dicho, que está vivo. Palpita con corazón propio. La exploración se hace amena, pese al peligro constante al que nos exponemos. Estamos descubriendo una época, estamos viviendo una época, la estamos experimentado por medio de un videojuego. Este es el mundo que nos obsequia Kingdom Come Deliverance.